Cuidado con el exceso de confianza

Hace unos días, como Activa Perú, compartimos los resultados de la cuarta medición acerca de cómo los peruanos están llevando esta cuarentena y qué hábitos han adoptado durante la misma

En dicha medición, pueden notarse unos datos curiosos que sugieren que los peruanos están empezando a perder la preocupación por el coronavirus. Esto, pese a que piensan que, cómo país, estamos cada vez menos preparados para evitar un contagio masivo, y que la crisis durará en promedio cerca de un año más. (ver gráficos 1 y 2)

Gráfico 1. Nivel de preocupación por el coronavirus.

Gráfico 2.  Preparación del Perú para afrontar un contagio masivo del coronavirus.

Sabemos, además, que el Perú será el país más golpeado en términos económicos de la región, y que más de la mitad de los peruanos manifiesta que su situación económica actual es mala o muy mala. Este impacto negativo en la economía de las personas las ha estado empujando a salir de casa para proveer a sus familias, lo que vimos reflejado en las noticias, sobre todo con el desborde del comercio ambulatorio en plena cuarentena.

Esta puede ser una primera explicación para este fenómeno acerca de la menor preocupación por el contagio del virus, pese al pobre desempeño del país en el control de la pandemia. Pero quiero aprovechar este espacio para profundizar en el tema, planteando otro elemento que puede explicar esta supuesta contradicción, a través de un sesgo que muestran las personas en la forma como se perciben en relación con sus pares o su entorno.

En su libro “The choice factory”, Richard Shotton explica como todos tenemos un sesgo que nos hace percibirnos mejor que el promedio o, en general, con un desempeño mejor que el promedio en cualquiera de las actividades que realizamos. Shotton, como ejemplo, menciona a una persona que robó dos bancos y fue capturado un par de horas después, ¿la razón?: realizó los robos a plena luz del día y sin máscara, porque pensó que su rostro era invisible, debido a que lo había frotado con zumo de limón.

Más allá de lo anecdótico y gracioso de la historia, ésta gatilló en los investigadores el deseo de entender qué lleva a las personas a sentir este exceso de confianza. Lo que hallaron, es un sesgo que nos hace pensar que, en promedio, nos va a ir mejor que al resto. Piensa en la profesión u oficio que ejerces, por ejemplo. Imaginemos que le preguntamos a un doctor si piensa que sus diagnósticos son más acertados que el promedio. O a un arquitecto, si piensa que sus diseños son mejores que el promedio. O a un cocinero, si piensa que sus platos son mejores que el promedio. Seguro que todos ellos piensan que sí. Y es algo natural (sesgado) pensar así. De mi lado, en la investigación de mercados, tiendo a pensar que mis propuestas, metodologías o informes son mejores que el promedio. Ojo, esto no significa que pensemos que somos los mejores en nuestro campo, sólo mejores que el promedio.

En el contexto del coronavirus, este sesgo en la percepción puede ser riesgoso, ya que podría hacernos pensar que a nosotros nos va a ir mejor que al resto. Es decir, que no nos vamos a contagiar o, en caso de contagiarnos, que tendremos síntomas más leves que el promedio.  Pero esto es, evidentemente, jugar a la ruleta rusa, ya que no sabemos cómo nos puede afectar este virus. De hecho, los médicos están recién aprendiendo a controlarlo.

En la medida en que las actividades económicas vayan volviendo a la normalidad, también nuestra ansiedad irá decayendo e iremos retomando nuestros antiguos hábitos. Esto nos podría llevar a un optimismo que induzca el que no usemos mascarilla, o no guardemos la distancia social prudente, o empecemos a frecuentar más gente de lo recomendable. Todo ello influenciado por el sesgo de que nos irá mejor que a otros, también apoyado por el transcurso del tiempo, que contribuye a que nuestra paciencia se empiece a agotar. Podemos pensar, “si en todo este tiempo me he cuidado y no me he contagiado, si me sigo cuidando seguro que no me pasa nada”, y relajar nuestra conducta.

La implicancia para las políticas públicas es tremenda. Más allá de que las personas muestran haber incorporado hábitos para cuidar su salud, creo que debe mantenerse un discurso poco triunfalista y, además, seguir sugiriendo el uso de las medidas de protección durante largo tiempo. Estamos siendo testigos de rebrotes en varios países donde los ciudadanos se relajaron. No sugiero mantener las restricciones de movimiento, ni la paralización en las actividades económicas, en lo absoluto. Creo que el mantener dichas medidas restrictivas ocasionaría más daño, deteriorando aún más la ya dañada economía (que buen tiempo se demorará en recuperarse). El potencial daño sería mayor que el potencial beneficio. Para muestra, los resultados del periodo de más de 100 días de confinamiento que hemos vivido. Pero sí sugiero que como peruanos seamos prudentes y no tan optimistas. Por una vez creo que ser pesimista puede tener algún beneficio en nuestra salud y en la de los que nos rodean.

Ojalá podamos hacer un esfuerzo para evitar que este sesgo nos relaje y ser conscientes de que tenemos que esforzarnos más allá de lo que nos gusta y por más tiempo del que quisiéramos.

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